“One man’s meat is another man’s poison.” ( Lo que para un hombre es carne para otro es veneno”). Este sencillo dicho, tan fácil de entender, encierra una gran verdad, y sin embargo, lo ignoramos constantemente. Por este motivo, y por las miserias del pensamiento único, en casos como el debate vida urbana/rural que nos ocupa, se ha asentado un extraño consenso masivo sobre los horrores de la vida urbana y la absoluta e incuestionable supremacía de la vida rural o de ciudades medias o pequeñas.
Es decir, si vives en una casa
campestre totalmente aislada eres lo más. Si vives en un pequeño pueblo o ciudad, no
está mal, aunque es una pena que no puedas vivir en la casa campestre
anteriormente citada. Si vives en la gran ciudad se te compadece, cuestiona o incluso se te critica abiertamente cuando la defiendes, porque inexplicablemente
muchísima gente cree que defender la ciudad es despreciar el campo. En realidad
muchísima gente cree que, en todos los ámbitos de la vida, defender una
cuestión implica atacar a la que se supone opuesta a ella.
Para intentar explicarme con claridad,
es preciso dar unas explicaciones de lo que, según el refrán sería mi carne; es
decir voy a contaros lo que a mí me apasiona en la vida; lo siento si no te
parece muy interesante, pero es importante leerlo para entender toda la
cuestión.
Adoro
el cine.
Me gusta principalmente el
alternativo, aunque también disfruto con alguna que otra superproducción. En mi
ciudad cuento con numerosos cines donde puedo ver una gran cantidad de
películas en multitud de horarios, incluyendo las mañanas de los días
laborables. Te puede resultar interesante saber, que buena parte de ellas las
veo en versión original. En casa, gracias a mi buena conexión a Internet, puedo
alquilar películas directamente desde mi TV y verlas en streaming en HD.
Adoro
la música alternativa en directo.
Es una pasión que tengo desde los 14
años más o menos, Todas las grandes bandas que me gustan han pasado por mi
ciudad y he tenido la suerte de ver a la gran mayoría de ellas y espero seguir
viendo muchas más ya sean consagradas o nuevas.
Adoro
ir de cervezas a bares donde ponen la música anteriormente referida. Me apasiona hablar con mis amigos en
un bar donde se me pone la carne de gallina porque el dueño acaba de poner esa
canción que te gusta tanto, y que ya no recordabas. Por cierto la gente que
puedes conocer por allí, normalmente suele ser muy afín a mi y a mis gustos cinéfilo-literario-musicales, y me
gusta saberme rodeado de ellos. Me gusta la gente. Me encanta la tranquilidad
de poder consumir alcohol y coger los autobuses que en las noches de viernes y
sábados pasan cada diez minutos y me dejan en la puerta de mi casa sin riesgos.
Esto no es un mito, estos servicios de buses van muy bien. Si alguien no se lo
cree que lo pruebe.
No
me gusta coger el coche para todo. Me gusta caminar.
El centro de salud está a 150m de mi
casa. El cole de mi hijo a 100m. La farmacia, panadería, librería, bares, todo
a menos de 200m. El hospital más cercano está a cinco minutos de coche, aunque
también puedo ir en metro, o en autobús, y si estoy tan mal que no puedo ni
moverme para llegar a él, puedo llamar un taxi a la puerta de mi casa que me lleve
a mi o mi familia, si es que no quiero pedírselo a los vecinos, que me
ayudarían sin dudarlo. Me gusta sentir la proximidad de la gente.
Si necesito ir al centro de la ciudad,
me gusta ir en metro o tren. Jamás me agobio por no poder aparcar o atascarme,
puesto que no uso mi coche. Además, como me encanta leer, voy haciéndolo en el
tren. También a mi trabajo voy en transporte público.
Me gusta que mi hijo crezca rodeado de
otros niños. Sus amiguitos viven muy cerca y todos los días juega en los parques
de abajo con ellos. También a veces va a sus casas o ellos vienen a la nuestra. Hace mucha vida de barrio, juega
mucho en la calle, y hace las trastadas que corresponden a la edad. Me gustaría
que cuando fuese mayor no se viese obligado a ir a buscar empleo a otro lugar,
sí o sí, porque no hubiese más remedio. No me gustaría que me reprochase que en
la casa aislada donde vive no hay marcha, y que deseara marcharse a otros
pueblos cada fin de semana.
Me
encanta ir de restaurantes.
Me chiflan por igual la cocina
tradicional española y la internacional. Hay días que me muero por un cocido o
una fabada, y otros en los que salivo ante la perspectiva de algo de cocina
hindú, mejicana o tailandesa.
Me
encanta viajar. Me
gusta contar con un buen aeropuerto, estación de tren y autobuses, que me
llevan rápidamente al lugar más recóndito que se me pueda ocurrir. Y cuando me
quedo en casa durante los puentes o los festivos, me siento como si estuviese
un poco de vacaciones, pues sé que dispongo de
un sinfín de actividades tanto lúdicas como culturales
y una ciudad que va a responder a mis expectativas.
Por
estos y otros muchos motivos me encanta la gran ciudad. Supongo que entenderéis, que este
tipo de vida sería imposible realizarla en un pequeño pueblo recóndito. Me
gustaría que entendieseis que hay muchas personas como nosotros, y que
merecemos respeto y consideración. Seguro que una gran mayoría de vosotros lo
ha captado muy bien.
Otros desgraciadamente, pensarán que
estamos seducidos, alienados y atrapados por la sociedad de consumo, puesto que
consumimos mucho, y nos hemos alejado de la vida sencilla, rural, que, por que
a ellos les sale de las narices, es la única que vale.
Este es el problema del pensamiento
único. Quizá no se han parado a pensar que lo que hacemos es premiar el
esfuerzo de los que hacen una música increíble, yendo a los conciertos y
compartiéndola con ellos mientras la interpretan. También pagamos el esfuerzo
de los que han creado un cine imaginativo y brillante. Premiamos el esfuerzo de
los que hacen una cocina fabulosa aquí y de los que han venido desde muy lejos
para mostrárnosla. En definitiva, pagamos el esfuerzo de los artistas, con
nuestro dinero y con la devoción y cariño que se merecen.
Y
sí, yo sí soy capaz de entender,
a quien se gasta el dinero que yo me gasto en mis entradas, en productos para
su huerto. Me encanta que lo haga y deseo que sea feliz con su vida. Es una pena
que el entendimiento y el respeto no sea siempre recíproco, pero para intentar contribuir
a solucionar cuestiones como éstas decidí escribir este blog.
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